¨ Después del diluvio universal, las emigraciones llegaron por el mar al continente y uno de estos pueblos nómadas se estableció en lo que ahora es Venezuela y fundó Caracas. De estos pobladores, algunos pasaron a Sumpa, que es aquel paraje que ahora llaman los españoles la Punta de Santa Elena, donde tuvieron una gran población, siendo el principal de ellos un cacique llamado Tumbe o Tumba, que con su buena industria y gobierno mantuvo su gente en paz y justicia. Este capitán despachó gente a descubrir tierras, pero jamás volvió a saber de esta expedición y con este pesar murió, dejando dos hijos, Quitumbe y Otoya ¨.
¨ El primero fundó un pueblo llamado "Tumbez" en memoria de su padre y el segundo fue hecho prisionero de unos gigantes que aparecieron en las costas ecuatoriales y murió en poder de estos enemigos. Temeroso de los gigantes, Quitumbe buscó refugio en una isla que llamó "PUNA"; pero viendo que era tierra seca y no llovía, mudó de temple y suelo y se fue a la sierra de Quitu, donde pobló un pueblo de su nombre. Cuando Quitumbe partió a la sierra dejó abandonada a su mujer Llira, preñada, y llegando el tiempo, de su parto parió un infante muy bello a quien su madre llamó GUA-YANAY que quiere decir golondrina. La suerte de GUAYANAY fue muy desigual y la fábula interviene en los sucesos de su vida, pero es lo cierto que dejó un hijo llamado Atau, que fue padre de Manco-Cápac, primer Inca ¨.
La visita comienza en la catedral donde nos regocijamos en una perfecta construcción neo-barroca o barroca, dependiendo como lo quieran ver; sus columnas se encuentran protegidas por las gárgolas tan europeas y en otras por animales sagrados nacionales.
Continuamos por la parte externa de la basílica bordeando la zona hasta el parque, donde encontramos un monolito y con la ayuda de un amuleto descubrimos su movimiento y su fuerza.
Caminamos hacia una iglesia alejada de la tierra, entre esas piedras resbalosas y ese olor a antigüedad impregnado entre las sombras que deja el sol. Poco después recorrimos hasta la plaza de Benalcázar, donde logramos observar en sus pisos; las otras catedrales, iglesias y plazas. Revelando la cabeza del jaguar, tan simbólico para nuestra tierras y nuestros pueblos.
Así concluyo la ruta de los monolitos visitando lugares sagrados de nuestros pueblos y enriqueciendo nuestra cosmovisión.
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